La parcela político gremial que se ha enquistado en la dirección del CDP por los últimos 20 años y que conocemos como “Movimiento Marcelino Vega”, no sólo mantiene secuestrada la institucionalidad del gremio, sino que lo ha degradado a una entelequia inútil en capacidad sólo de exhibir el fracaso de las obligaciones que tiene que cumplir por mandato de la ley 10-91.
Esa deplorable realidad ha alcanzado su clímax en la mediocre gestión del actual incumbente del CDP, donde el personalismo y la falta de transparencia se han convertido en referentes de primer orden.
En este último trabajo pasaremos revista al fiasco en que han degenerado los principales programas y acciones que tiene que impulsar el CDP junto al IPPP. Y no se trata de un ejercicio que tenga por propósito desmeritar nada ni a nadie, sino poner en evidencia que el modelo actual de dirección es improductivo y que, por demás, acusa una incapacidad ancestral que le impide exhibir nada en lo absoluto en provecho de los colegiados. Lo primero es que el marcelianismo abandonó prácticamente el cobro del 0.50% a que están obligados a pagar los medios escritos y electrónicos por concepto de la publicidad.
En la actualidad la recaudación es insignificante y sólo se captan pequeños ingresos que llegan por voluntad libérrima de algunos medios y empresas periodísticas, no porque se le esté exigiendo el cumplimiento de la ley 10-91.
¿Que ha preferido la dirección del CDP? Simplemente arrimarse al millón de pesos mensual que le entrega el gobierno y que, a propósito, la membresía no recibe ninguna información de cómo y en qué se invierte tanto dinero. Se pudiera alegar que esos informes se presentan en las asambleas, pero resulta que a las asambleas sólo van algunos delegados cuidadosamente seleccionados por el Marcelino Vega, de modo que el 90% de los colegiados desconoce en qué invierte la dirección de su colegio 12 millones de pesos que le regala el gobierno cada año. Y eso, hace unas semanas solicitaron al presidente Danilo Medina elevar la partida del millón de pesos al mes, bajo el alegato de que necesitan más recursos.
Otro fracaso inadmisible lo representa el seguro médico que oferta el IPPP a los periodistas, que en vez de crecer y convertirse en una alternativa eficaz al servicio de los afiliados y sus familiares, el marcelinismo lo ha reducido a una migaja que sólo llega a unos cuantos colegas. Parece mentira pero, con el paso del tiempo, esta conquista, que otrora llegó a tener más de mil beneficiarios entre periodistas y familiares, se desmoronó como consecuencia de la incapacidad, la falta de voluntad política y la ausencia de compromiso con los asociados. Igual suerte ha vivido el tema de las pequeñas pensiones que fueran concebidas originalmente, hace más de 20 años, para auxiliar a los viejitos más necesitados mientras arrancaba el Plan de Pensiones de los Periodistas.
Para entonces se entregaba una contribución de 1,500 pesos mensuales, dos décadas más tarde apenas llega a 3,000 pesos, a pesar de recibir un millón de pesos del gobierno y otras partidas, y la cantidad de beneficiarios no ha crecido en proporción al número de colegas que hoy necesitan ayuda para sobrevivir a sus achaques. Es inconcebible que llevemos más de 20 años esperando que el Marcelino Vega ponga en marcha un verdadero Plan de Pensiones para los colegiados!
Y ya nos referimos en una entrega anterior a uno de los fracasos más imperdonables y que retrata de cuerpo entero la desnutrida visión gerencial que absorbe al CDP, las pensiones que cada año entregaba con puntualidad y entusiasmo el gobierno a periodistas necesitados. Y para que volver a hablar de la lucha perdida por la dignificación del ejercicio del periodismo en República Dominicana, tampoco de la fallida intención de lograr la modificación de la ley 10-91. Sólo basta no ser un adocenado, un autómata sin capacidad de discernimiento para darse cuenta de que, el Marcelino Vega es la expresión misma del fracaso y, indefectiblemente, la razón de que, más que un Colegio, tengamos una quimera sólo funcional para quienes se engullan los beneficios que este genera.
Finalmente, la parte de transparencia rompe el alma, aunque poco parece importar a esa masa bruta que persiste en dejarse utilizar por el Marcelino Vega en cada proceso electoral. El conciliábulo, la componenda, el dejar pasar, representan la fórmula con que el marcelinismo encubre us indelicadezas en la conducción del CDP. Por eso tal vez no se hundió la isla con el desfalco a un grupo de periodistas que entregó más de 1, 400,000 para unos apartamentos que nunca aparecieron. Por eso se echó tierra a aquella denuncia hecha por un connotado dirigente del Marcelino Vega, que con responsabilidad denunció que recibía de su propia gente, un CDP “apagado y endeudado con más de 7 millones de pesos”.
Al final de estos tres artículos, sin que nos vistamos con el traje del pesimismo, no nos queda espacio para soñar en que se pueda producir, bajo la dinastía marcelinista, un giro sustancial que revierta las realidades descritas y que coloque al CDP de cara a la voluntad e interés de todas y todos los colegiados.
Solo nos resta aguardar a que la conciencia despierte y alguna vez tome cuerpo. Apostar a que tarde o temprano se abrirá un espacio que favorezca la discusión amplia, crítica y en capacidad para diagnosticar los causantes del estado de agonía del CDP e identificar, en el menor tiempo posible, el tipo de tratamiento que facilite su cura.
Fuente: El Motin. Com.Do