miércoles, 29 de junio de 2016

Opinion Prestada: El Politico

El Político
Quien ejerce el oficio de político debe tener presente que su vida pertenece a la sociedad y que su reputación va a depender en gran medida de lo que la gente crea y no necesariamente de lo que sea. El político no tiene vida privada y todos sus actos provocaran reacciones diversas, el político debe tener presente que él, en sí mismo es un bien público. El oficio de político se hace más delicado mientras más se escala o se aglutina poder. La conducta del político debe generarle una imagen de buen crédito.
Tan delicada es su actividad que un buen número tratadistas han escrito sobre el ejercicio de su oficio. Platón, Azorín, Maquiavelo, Baltazar Gracián, Marx entre otros. Todos coinciden en tres elementos esenciales que debe cumplir el ser humano que a esa actividad se dedica: La prudencia, la paciencia y el control de sus emociones.
La prudencia, “es la capacidad de pensar, sobre los riesgos posibles que su acciones conllevan, y adecuar o modificar la conducta para no recibir o producir perjuicios innecesarios. La paciencia, ” es la calma o tranquilidad para esperar”.

El control de la emociones” consiste en no dejar que las emociones te sobrepasen y te lleven al descontrol, pues tienen la desventaja de nublar la mente, haciéndote perder la perspectivas de como son realmente las cosas. No controlar las emociones puede causar muchos dolores de cabeza.
El político tampoco debe prestarse a la exhibición provocando situaciones y cosas que escandalicen o que provoquen la ira en la crítica y ante los ataques despiadados con razón o sin ella, el político debe mantenerse impasible.
foto de archivo 
Ningunas de estas reglas fueron observadas por el diputado electo de mi municipio, quien obvio la prudencia al colgar en su cuenta de twitter un par de armas, acompañadas de algunas botellas contenedoras de etílico, indicando una crítica a la política anti delincuencia de las autoridades y una frase propia de la chercha farandulera que reza: “Armao, bebió y con cuarto”.
Le falto paciencia, para esperar que pasara la reacción de los comentaristas de un programa, al que pidió ir, pensando ingenuamente que hablaría el solo. No midió las consecuencias de acudir a dicho escenario y peor aún no se preparó para comparecer. 
En pocas palabras se exhibió al escandalizar con la foto provocando la ira de los críticos y no se mantuvo impasible a los ataques, perdiendo el control de sus emociones y poniéndose de carne de cañón para que de su ingenuidad política se cebaran en un programa de farándula. La experiencia le servirá como lección aprendida para saber que todos los pleitos no se echan y que televisión no es redes.

Sin ánimo de justificar al futuro legislador, supuse que la publicación estuvo imbuida del espíritu de alegría que le animaba, pues al momento de colgarla, se encaminaba a participar de la fiesta de celebración que ofreció a su equipo de apoyo, por la victoria obtenida en los pasados comicios. Su impericia le impidió analizar con detenimientos las consecuencias que genera la imagen en su perfil.
El congreso tiene en ese legislador electo, una gran promesa, que se irá puliendo con el ejercicio parlamentario, pero tiene que asimilar que no es un ciudadano común, que ya no está en campaña, que todo el que brinca se engancha y más aún, que a todo el que velan, lo agarran.
El autor es catedrático universitario y dirigente del PTD.
Por Francisco Luciano.

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