martes, 31 de julio de 2018

Hablemos del chismoso/a

El chisme  tiene una mala reputación, pero, de hecho, el término es neutro. Según los expertos en el tema, puede definirse como un comentario positivo o negativo sobre alguien que no está presente y parece ser una de las principales formas de evaluar, comprender y manejar las complejas y cambiantes interacciones que en gran medida determinan el funcionamiento social.
Por supuesto, el chisme solo es bueno cuando la gente lo usa de manera ética y selectiva, siempre por el bien de su grupo social, no para agredir de manera pasiva, aislar o hacer daño a los demás. Hay personas que son buenas chismosas y personas que no lo son. Además,  toma una forma y contenido diferente según el género, la edad y la jerarquía social. Esta actividad, tan humana, se puede encontrar en todo el tejido social. Se calcula que los hombres y las mujeres utilizan aproximadamente el mismo número de palabras en el transcurso de un día: las mujeres 16,215 palabras y los hombres 15,669 en promedio. El chisme representa aproximadamente dos tercios de la conversación.
El ser humano está programado para fascinarse por el chisme. Se tienen argumentos académicos para pensar que este comenzó como un mecanismo adaptativo del homo sapiens en el proceso de conocer a sus vecinos y determinar en quién confiar para mantener la cohesión grupal e identificar posibles amenazas. El proceso requiere escuchar y mirar mucho y por supuesto conversar. Aquellos que sobrevivieron y prosperaron fueron los que pudieron predecir e influir en el comportamiento de las personas de su entorno.
Para la vida en comunidad es de gran importancia detectar indicadores sobre el comportamiento y previsibilidad de las personas que se conoce. Como saber quién es veraz y quién un tramposo o cómo manejar amistades, alianzas y relaciones de manera socialmente adecuada. En un escenario como este, un intenso interés en los comportamientos de otras personas es de gran utilidad. Por supuesto, no es práctico manejar este tipo de situaciones con información estadística y por lo tanto es importante la información sobre personas concretas y su comportamiento.
En una revisión de la literatura realizada por Roy F. Baumeister y colaboradores, se llega a la conclusión de que el chisme puede ser una buena forma de conocer las reglas no escritas de grupos sociales al dar indicaciones claras sobre la importancia de las normas y valores imperantes y a su vez permitir el control de la desviación castigando a quienes transgreden dichas normas.
También se sabe que las personas felices difunden con más frecuencia chismes positivos mientras que las infelices prefieren los negativos; que las personas comparten información negativa sobre sus enemigos e información positiva sobre sus aliados, y que hay menos interés en transmitir información negativa sobre amigos y parientes.
El chisme negativo produce mayor estrés y preocupación en las mujeres y el positivo más temor en los hombres, al parecer porque les preocupa no estar a la altura de las circunstancias. Por otra parte, las mujeres tienden a personalizar el asunto, mientras que los hombres prefieren referirse a aspectos más concretos de la vida. Es más probable que los hombres compartan chismes con sus parejas y las mujeres con sus amigas. Los hombres suelen estar más interesados en los chismes sobre otros hombres, mientras que las mujeres están prácticamente obsesionadas con noticias sobre sus congéneres.

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