viernes, 12 de junio de 2020

Comen caballo campeon en Venezuela

REDACCIÓN INTERNACIONAL.- «Esta Venezuela no es la que me crié», se lamentó el entrenador Ramón García Mosquera.
Amaneció con la desagradable sorpresa del aviso de que su último campeón, Ocean Bay, fue víctima de un hecho macabro en medio de la cuarentena dispuesta por el gobierno por el coronavirus. «¿Secuestrar a un animal indefenso para comérselo? ¿Dónde queda la humanidad, el sentido común y el respeto por lo ajeno en Venezuela?», se preguntó en continuado quien fue su orfebre. Lleno de impotencia y con una tristeza infinita, hizo catarsis desde su cuenta de Twitter.

El caballo que quedó a un paso de obtener la Triple Corona del turf de ese país en 2016 apareció desmembrado en las proximidades del haras La Alegría, en la ciudad de Güigüe, en el estado de Carabobo.
Toda una paradoja el nombre de la cabaña, a la que regresó en octubre pasado para ser el padrillo estrella, y esta realidad, de hambre e inseguridad, que pone el dedo en la llaga, sobre todo en el interior del país.
Stellar Babe, la madre del crack, había sufrido un sacrificio idéntico hace cuatro meses, en otro acto de cuatrerismo mayor, también en ese campo al sur del Lago de Valencia, a unas dos horas de la capital venezolana. En esa zona rural no abunda la vigilancia.
Ocean Bay ganó en La Rinconada los equivalentes a la Polla de Potrillos y el Jockey Club, los dos primeros pasos de la Triple Corona
«Estas son las cosas que te quitan el ánimo y las ganas de seguir trabajando por un futuro mejor», exteriorizó García Mosquera. No resiste lo que sus ojos ven en las noticias ni los detalles escalofriantes que llegan a sus oídos.
La hípica bolivariana fue uno de los faros de América del Sur en otros tiempos y, pese a ir perdiendo brillo, sigue generando trabajo, entusiasmo y profesionales de calidad. Un buen número de jinetes han emigrado a los Estados Unidos en los últimos años. En épocas doradas, desde Ezeiza partían cargueros llenos de purasangres argentinos hacia sus pistas y campos.
Ocean Bay nació en 2013 en esa misma cabaña, La Alegría, una finca pequeña de pueblo. Tres años después, apiló tres victorias en cinco presentaciones, incluidos los dos primeros pasos de la Triple Corona de La Rinconada, sobre 1600 y 2000 metros en pista de arena, a pura garra. No pudo correr el capítulo final y quedó a las puertas de la consagración absoluta.
Las lesiones habían comenzado a perseguirlo, aunque con calidad y tratamientos de acupuntura sobrellevaba los escollos, hasta que hubo que darle un largo descanso. Al reaparecer en 2018, el caballo se resintió y eso obligó a ser sometido a una operación en la pata derecha.
Volvió en 2019 y, aunque nunca logró recuperar aquel nivel ofrecido de potrillo, completó su campaña con nuevos triunfos, hasta despedirse con un registro de ocho conquistas en quince presentaciones. «Después de la cirugía ganó cinco», destacó el preparador, como para fortalecer la capacidad que ofrecía a su mando.
«Tenía un problema en la sangre y padecía de algo similar a unos cólicos, pero siempre hacíamos nuestro mayor esfuerzo por cuidarlo.
Ese caballo, con todos esos problemas, salía a la cancha y ganaba. Fueron cuatro años los que estuvo en mi stud y es muy triste como terminó su historia. No tengo hijos, pero siento como si hubiese perdido a uno», relató a El Diario, de Venezuela, Ramón, que tiene los cuadros de los mejores éxitos del alazán de la cara blanca colgados en su oficina en Caracas.
José Ibañez, un periodista experimentado de esas tierras, describe: «Hay mucha miseria en el interior. A los haras de poco presupuesto, sin vigilancia, los asaltan como si estuviéramos en el Lejano Oeste. Los caballos se venden poco, ya que piden por ellos 4000 o 5000 dólares y aquí no llega a esa cifra el premio del clásico de mayor importancia, y las carreras comunes y las pensiones están alrededor de los 500 dólares de recompensa.
Por eso, hay muchas cabañas liquidando su caballada y despidiendo al personal. Pero tenemos fe de salir de la crisis». No buscaron puntualmente a Ocean Bay, sino a cualquier animal. Desconocían sus títulos, se guiaban por el hambre.

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