viernes, 31 de julio de 2020

La pandemia del coronavirus podría debilitar a los populistas

ANDRÉS OPPENHEIMER

 Muchos creen que, al igual que lo que pasó con la Gran De­presión de 1929, la recesión económica del COVID-19 provocará un creciente des­contento social y un nuevo auge del populismo, el fascis­mo y quizás incluso una Ter­cera Guerra Mundial. Pero hay razones para creer en un futuro mucho más esperan­zador.

Esa fue mi impresión tras entrevistar a Francis Fukuya­ma, el famoso autor del libro “El fin de la historia y el últi­mo hombre”, y uno de los po­litólogos más conocidos —y controvertidos— de Estados Unidos.

Fukuyama ciertamente no descarta la posibilidad de que la pandemia tenga im­pactos políticos nefastos. Tal como escribió recientemente en la revista “Foreign Affairs”, la Gran Depresión de la déca­da de 1930 provocó una re­acción mundial contra los po­deres establecidos, que llevó al aislacionismo, el fascismo y a la Segunda Guerra Mun­dial. Lo mismo podría suce­der ahora, señalaba allí.

Pero Fukuyama, quien en­seña en la Universidad de Stanford, sonó mucho más optimista cuando hablé con él días atrás. Su optimismo cauteloso se basa en que la pandemia de COVID-19 ha debilitado a muchos líderes populistas o autoritarios.

“Los populistas no han he­cho las cosas bien en esta pandemia”, me dijo Fukuya­ma, mencionando los casos del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, el presidente de Mexico, Andrés Manuel Ló­pez Obrador, y el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump.

“No hicieron las cosas bien porque los populistas no quieren ser asociados con cosas impopulares co­mo las epidemias. Y, por lo tanto, han negado que in­cluso exista una crisis sani­taria”, señaló.

De hecho, el 59.1% de los estadounidenses desaprue­ba la respuesta de Trump a la pandemia, en comparación con un 43% por ciento que lo hacía en marzo, según un promedio de encuestas del si­tio web FiveThirtyEight.

En México, la tasa de des­aprobación de López Obra­dor ha subido al 42%, del 28% en enero, según una en­cuesta del diario El Financie­ro. En Brasil, la tasa de des­aprobación de Bolsonaro se ha mantenido más o menos estable en un 44%. Si bien China aprovechó la pande­mia para aumentar su con­trol político sobre Hong Kong, y los presidentes de Hungría y El Salvador dieron manotazos a las instituciones democráticas, la buena noti­cia es que podríamos ver un retorno a la normalidad de­mocrática en Estados Unidos, me dijo Fukuyama.

“La respuesta de Donald Trump a la crisis ha sido tan mala, que si las elecciones se celebraran hoy perdería por un margen enorme”, me dijo Fukuyama.

“En ese caso, creo que ve­rías una restauración de un Estados Unidos que quiere involucrarse en el sistema in­ternacional, que se preocupa por los aliados, que rechaza a los populistas y a los líderes autoritarios en Rusia, China y otros lugares”, agregó. “En­tonces, en cierto modo, po­drías tener algunos muy bue­nos resultados de esta crisis”.

Cuando le señalé que Trump aún puede revertir las encuestas y ganar las elec­ciones del 3 de noviembre, Fukuyama respondió que eso podría suceder, pero “las ten­dencias generales no pintan bien para Trump”.

El número de infecciones y muertes por COVID-19 en Estados Unidos sigue aumen­tando, la economía no se es­tá recuperando, “y realmente no veo nada que pueda pasar en los próximos 100 días que vaya a cambiar eso”, dijo.

En resumen, es demasiado pronto para pronosticar un aumento del nacionalismo y el autoritarismo por la pande­mia de COVID-19. Tambien podría conducir al ocaso de líderes populistas o de dicta­dores, como en el caso de Ve­nezuela.

Recuerden que, así como la Gran Depresión de 1929 condujo al fascismo en Eu­ropa, también dio lugar a la elección del presidente Franklin Delano Roosevelt en Estados Unidos en 1933. El plan económico del “New Deal” y la política exterior de Roosevelt llevarían a Estados Unidos a convertirse en la de­mocracia más poderosa del mundo.

Las democracias, a dife­rencia de las dictaduras, tie­nen elecciones libres que per­miten sacar del poder a los líderes ineptos. No podemos descartar ese resultado en Es­tados Unidos, México, Brasil y otras democracias populis­tas, o en dictaduras como Ve­nezuela. Ese sería un efecto inesperado, pero positivo, de la crisis del COVID-19.


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