Aunque suene crudo, dejar de
sentir amor por alguien puede incluso ser bueno para la salud. Lo es,
claramente, en aquellos casos en los que existe una relación tóxica de pareja
en la que los abusos y la violencia física y verbal son habituales, pero
también en aquellos en los que hay amor no correspondido.
La cuestión es que el curso de
nuestros pensamientos no siempre va en la dirección que deseamos o que nos
produce un mayor bienestar. Gran parte de esto es porque aquellos recuerdos,
ideas e imágenes que pasan a estar bajo el foco de nuestra consciencia tienden
a escapar a nuestro control.
Podemos decidir más o menos en
qué detalles o aspectos centrar nuestra atención, pero los temas que ocupan
nuestra mente no los solemos elegir nosotros. O, mejor dicho, elegimos llamar
ciertos recuerdos y analizarlos, pero no tenemos el poder total de hacer que se
vayan, y tampoco podemos evitar que de vez en cuando nos asalten por sorpresa:
eso forma parte del funcionamiento normal de nuestro cerebro.
Sin embargo, que eso sea
normal no quiere decir que, bajo ciertas circunstancias, este fenómeno de los
recuerdos que nos vienen a la mente, no puedan convertirse en auténticos
dolores de cabeza; especialmente, si esos recuerdos tienen que ver con
relaciones pasadas, desengaños amorosos y corazones rotos.
Así pues, ¿cómo tomar cartas
en el asunto? Decir que nos queremos desenamorar es más fácil que hacerlo, pero
eso no significa que sea imposible hacer que este tipo de sentimiento se vaya
debilitando en favor de nuestro bienestar y autonomía personal. A continuación,
puedes leer algunas claves para lograrlo.
1. Regula el contacto físico y
visual
Mirarse a los ojos y tocarse
son dos situaciones: ambas hacen que en nuestro organismo se dispare la
producción de oxitocina, una hormona relacionada con el afecto y el
establecimiento de vínculos de confianza. A su vez, una mayor cantidad de
oxitocina en nuestra sangre y en los espacios a través de los cuales se
comunican las neuronas de nuestro cerebro hacen que aparezcan las emociones y
conductas relacionadas con el amor. De hecho, esto ocurre incluso al mirar a
los ojos a ciertos animales domésticos.
Por lo tanto, uno de los
primeros pasos para desengancharse de una persona cuya relación nos resulta
nociva es hacer que este contacto físico y visual sea más pobre y escaso,
aunque en ese momento apetezca hacer todo lo contrario.
2. Aprende a vivir lejos de
esa persona
Otro aspecto importante a la
hora de desenamorarse es ponernos las cosas fáciles al principio evitando tener
que ver a esa persona, al menos durante unos días o semanas. Si el amor
consiste entre otras cosas en pensar en ese alguien durante una buena parte de
las horas del día, para revertir esta dinámica es bueno no exponernos a
situaciones en las que tengamos que pensar en ella a la fuerza porque la tenemos
delante.
En muchos sentidos, el amor
funciona como una droga, ya que tanto a la hora de ver a la persona a la que
queremos como al consumir una sustancia adictiva se activa el circuito de
recompensa de nuestro cerebro, basado especialmente en el neurotransmisor
llamado dopamina.
Por lo tanto, reducir
gradualmente la cantidad de veces que este se active será necesario para que
nuestro cerebro se vuelva a acomodar al nuevo estilo de vida. Aunque, eso sí,
esto es algo que cuesta hacer y exige esfuerzo. Es por ello que antes de
emprender esta tarea es bueno imaginar a priori posibles excusas que nos
podemos poner a nosotros mismos para ir a ver a esa persona; de este modo las
podremos reconocer como tales cuando aparezcan.
3. Retoma rutinas que nos vuelvan
independientes
Para rehacer una vida como
persona alejada de la persona en la que solíamos pensar no es necesario tan
solo dejar de pensar en ella, sino también encontrar actividades para evitar
que esto ocurra. Si hacemos todas las cosas que hacíamos cuando estábamos
enamorados, nuestro cerebro notará que la única pieza del puzzle que falta es
la presencia de esa persona, y esta incongruencia nos dará problemas. En
cambio, si hacemos coincidir en el tiempo el alejamiento de esa persona con
otros cambios significativos en nuestra vida que estén relacionados con nuestra
rutina, será más fácil que nos comprometamos con esta fase de transición.
Además, inventar nuevas
maneras de vivir el día a día hará más posible que nos planteemos actividades
que tengan poco que ver con la vida de enamorado o enamorada, con lo cual las
posibilidades de pensar en la persona por la que sentíamos algo disminuyan:
simplemente, las referencias hacia ella serán más escasas.
En definitiva, al estilo de lo
que proponían psicólogos conductistas como B. F. Skinner, si queremos hacer que
nuestra vida cambie podemos tener en cuenta que lo más importante es hacer que
cambie el entorno y las actividades a las que solemos estar expuestos, más que
tratar de modificarnos a nosotros mismos sin mover un músculo.
4. Trabaja en la autoestima
En ocasiones, el fracaso del
proyecto de relación con alguien supone un duro golpe para la autoestima. Es
por eso que a las pautas de comportamiento anteriores hay que añadirle una
evaluación constante sobre nuestra autoimagen y autoestima. Si no, es fácil
que, al sentirnos poco válidos como personas, busquemos desesperadamente volver
a estar con la otra persona, para aceptarnos mejor a nosotros mismos.
Para ello es necesario
intentar hacer un análisis lo más frío y distanciado posible de quiénes somos,
lo que hacemos y lo que nos define, teniendo en cuenta los acontecimientos que
hemos vivido. Es decir, que no se trata de pensar en nosotros mismos como
entidades independientes de nuestro entorno: lo que importa es darnos cuenta de
cómo nos comportamos con los medios que tenemos y dependiendo de nuestros
objetivos e intereses.
Gestionando la atención
Habiendo leído estas claves
para desenamorarse de alguien posiblemente te hayas dado cuenta de que casi
todas se apoyan en un tema común: la atención. Saber gestionar nuestro foco
atencional hace que nos concentremos en aquellas cosas que realmente nos son
necesarias o útiles y, por eso, nos ayuda a alejarnos de la rumiación, ese
proceso similar a un círculo vicioso por el cual casi todo lo que hacemos o
percibimos nos recuerda a aquello que nos hace sentir mal: como nos sentimos
tristes, pensamos en lo que origina eso, y como pensamos en lo que origina eso,
nos sentimos tristes.
Así pues, la clave está en
intervenir tanto sobre nuestros pensamientos como sobre nuestras acciones para
romper con ese bucle aparentemente infinito de comparaciones y de tristeza.
Empezar a imponernos una cierta disciplina en lo que hacemos, aunque el cuerpo
nos pida hacer otra cosa, es fundamental para dejar de ser emocionalmente
dependientes de esa persona de la que un día nos enamoramos. Y, por supuesto,
si creemos que el problema es tan intenso que interfiere totalmente con nuestra
calidad de vida, merece la pena plantearse si conviene ir a sesiones de
psicoterapia. En todo caso, el motor del cambio siempre debemos ser nosotros
mismos.
Fuente: Psicologia y mente
0 comentarios:
Publicar un comentario